La Barcelona poderosa

Las Reales Atarazanas

Entre la fachada marítima y el pie de la montaña de Montjuïc se encuentran las Reales Atarazanas, un edificio de estilo gótico vestigio de la Barcelona marítima medieval. El conjunto está integrado por unas enormes naves y es una de las principales creaciones del gótico civil catalán. Los edificios empezaron a construirse a finales del siglo XIII, adosados a las murallas de la ciudad. Inicialmente se destinaron a la construcción de las galeras de la armada real. A partir del siglo XII, con la ayuda de las fuerzas navales, la Corona de Aragón había iniciado su expansión por el Mediterráneo, extendiéndose hacia Mallorca, Valencia y Murcia. La conquista de esos territorios por mar obligaba a disponer de una infraestructura para la construcción, mantenimiento y reparación de los barcos. Pero más allá de los usos militares, los astilleros también dotaron a los mercaderes de una flota marina potente para comerciar. Cuando perdieron el uso original, se transformaron durante más de dos siglos en cuartel militar, maestranza, parque de artillería y una fundición militar donde se hacían los cañones para el ejército. En 1935, poco antes del estallido de la Guerra Civil Española, el ejército cedió su uso al Ayuntamiento de Barcelona, que en 1941 las convirtió en sede del Museo Marítimo. 

“ Las galeras son las alas del rey, que desde el mar,
llevan su poder más allá de las montañas
— Anónimo medieval

Las Reales Atarazanas

Durante la Edad Media, Barcelona se convirtió en uno de los centros comerciales y políticos más importantes del Mediterráneo occidental. Como capital del Condado de Barcelona, jugó un papel clave en la consolidación de la Corona de Aragón, impulsando el comercio marítimo y expandiendo su influencia por el Mediterráneo. La expansión comenzó con Ramon Berenguer III (siglo XII), que estableció alianzas con Marsella y Baleares. Con Jaime I el Conquistador (siglo XIII), la ciudad consolidó su potencia naval, conquistando Mallorca (1229) y Valencia (1238). Más tarde, bajo Pedro el Grande y sus sucesores, Barcelona fue clave en la conquista de Sicilia, Cerdeña y Nápoles, estableciendo un amplio dominio comercial y político.

El auge comercial llevó a la creación de consulados de mar e instituciones financieras como la Taula de Canvi (Mesa de Cambio) (1401), una de las primeras bancas públicas de Europa. A nivel urbano, la ciudad creció más allá de las murallas romanas con la construcción del Barrio Gótico e infraestructuras como la Lonja de Mar y Santa Maria del Mar. Pese a su esplendor, Barcelona sufrió crisis en el siglo XV, con epidemias, tensiones sociales y la pérdida de poder frente a Castilla. Sin embargo, su legado medieval perdura en su arquitectura y en su identidad como ciudad mediterránea de vocación comercial y marítima.




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