Periferias, la ciudad olvidada

Inmigrantes

En los años cuarenta y cincuenta, después de la Guerra Civil, el franquismo victorioso hundía al país en la ruina social y económica, y muchas regiones de España quedaron devastadas. Muchas zonas rurales sufrieron una crisis agrícola importante, con altos niveles de pobreza y carencia de oportunidades, y millones de personas se vieron forzadas a abandonar su tierra y a emigrar, a veces buscando simplemente algo que comer. En contraste, Cataluña, que antes de la guerra era una región industrializada, mantuvo un crecimiento económico más sólido, especialmente a partir de la década de los cincuenta, gracias al desarrollo de sectores como la industria textil, química, metalúrgica o de la construcción. Esa Cataluña, y Barcelona en particular, acogió la inmigración más masiva conocida hasta entonces en nuestro país. 

Aunque el fenómeno ayudó a cubrir la demanda de mano de obra industrial, las diferencias culturales, unidas a la presión sobre los servicios públicos, como vivienda y educación, generaron tensiones sociales, con un crecimiento urbano descontrolado en muchos suburbios de las ciudades. Durante los años cuarenta y cincuenta Barcelona era una ciudad vigilada: el franquismo la condenó a no expandir su término municipal por miedo a su excesivo poder. La ciudad podía dar trabajo, aunque, apenas, hubiera construcción de nuevas viviendas que, por otra parte, nadie podía pagar, por lo que había que vivir donde pudiera. 


Barraquismo en La Perona | Esteve Lucerón

En 1930 había unas 15000 barracas en Barcelona, principalmente en Sant Andreu, la montaña de Montjuïc y las playas de la Barceloneta y el Poblenou, donde todavía se recuerdan barrios como el de Pekín, la Perona y el Somorrostro. Pero en la década de los sesenta llegaron a vivir en chabolas —el equivalente a los «suburbios» o las «favelas» de otros países—, unas 100.000 personas. El chabolismo era antiguo, pero después de dos décadas de inmigración intensísima de otras regiones de España, principalmente desde Andalucía y Extremadura, adquirió una extensión inusitada. Francisco Candel, que conocía de primera mano esta realidad, fue probablemente el principal cronista de esa Barcelona. Él mismo fue un niño inmigrado y vivió en estos barrios marginales hasta su muerte, levantando su acta literaria en trabajos como Els altres catalans (1964) y sus secuelas, que se convirtieron en un referente para entender la realidad social y cultural de Catalunya durante el franquismo y los años posteriores.

“ La integración no es renunciar a lo que uno es,
sino sumarse a una identidad común que acepta la pluralidad
— Paco Candel

Sólo a partir de la etapa Porcioles, con la mezcla de intervencionismo y especulación urbanística, en medio del acelerado crecimiento de los años sesenta, se empezó a eliminar el chabolismo, aunque todavía en los años ochenta quedaran algunos reductos. El franquismo intentaría paliar la falta de infraestructura adecuada, realojando a los residentes en barrios de viviendas de bajo coste construidos por el Estado, conocidos como "polígonos de viviendas", que todavía persisten hoy en día.



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