La colonia del Mons Taber

Restos del Templo de Augusto 

El Mont Tàber es una pequeña colina situada en el barrio Gótico de Barcelona, junto a la plaza de Sant Jaume, a escasos 16,9 m sobre el nivel del mar. Es difícil de percibir por las edificaciones de la ciudad, pero la pendiente de las calles adyacentes, como la bajada de la Llibreteria, la bajada de Santa Eulàlia o las escaleras del Pla de la Catedral, permite notar la diferencia de cota entre el punto más elevado y los terrenos más bajos de los alrededores. Su cima está señalada por una piedra de molino en la calle Paradís, frente a la sede del Centro Excursionista de Cataluña. En este punto, en el siglo I dC, los romanos levantaron el templo de Augusto, un edificio de unos 35 metros de largo por 17,5 de ancho —unas dimensiones considerables por el reducido tamaño del núcleo urbano de aquel tiempo—, y alrededor de este emplazamiento instalaron su ciudad. Del templo, hoy se conservan cuatro columnas de orden corintio, de 12 metros de altura.  


“ En cada ciudad romana, por pequeña que sea, hay el corazón de Roma 
Horacio 


Los romanos llegaron al actual territorio catalán en el 218 aC, cuando un ejército comandado por Cornelio Escipión desembarcó en Empúries con el fin de convertirla en una base de apoyo militar en la larga lucha por el dominio del Mediterráneo, que Roma sostenía con los cartagineses. En los años de tránsito entre el siglo III y II aC, este proceso colonizador fue avanzando por una amplia zona del territorio, ocupando los asentamientos íberos, que poco a poco se fueron convirtiendo en ciudades plenamente romanas. Una de estas ciudades fue la ibérica Barkeno, que los romanos llamaron Barcino. Desde el emplazamiento escogido, el pequeño promontorio del Mons Tàber, los romanos dominaban la llanura, regada por los ríos Besòs y Llobregat, así como por las rieras que bajaban de Collserola. El agua fue el recurso que impulsó el desarrollo de la ciudad. 

Barcino tomó la forma de castrum -la típica estructura de las ciudades romanas-, es decir, de un campamento militar amurallado, con un foro en el centro -la actual plaza de Sant Jaume-, el espacio dedicado a la vida pública y a los negocios, del que salían dos calles en forma de cruz, el cardus y el decumanus, que conducen a las cuatro puertas de acceso. El cardus maximus cruzaba la ciudad de este a oeste, las actuales calles Llibreteria y Call, con las puertas Siniestra y Dextra en los extremos. Por su parte, el decumanus maximus, lo hacía de norte a sur, las actuales calles Bisbe, Ciutat y Regomir, con las puertas Praetoria, ahora Portal del Bisbe y Decumana, en los extremos. Esta estructura todavía se conserva hoy en día.


Era una pequeña ciudad comparada con otras ciudades de la península. En su máximo esplendor alcanzó los 2.000 habitantes. En los espacios delimitados por estas calles y las murallas estaban construidas las domi —las casas—, un teatro, las termas y otros edificios públicos como el foro o el propio templo. No hay constancia de que se construyeran grandes edificios como un anfiteatro o un circo, puesto que era una ciudad de tamaño muy reducido donde la vida cotidiana estaba bastante limitada. 

Necrópolis romana de la Villa de Madrid

Extramuros estaban los cementerios. En el mundo romano estaba prohibida la inhumación en el interior de las ciudades, y generalmente las familias adineradas construían monumentos funerarios en los caminos de entrada, con placas que recordaban el nombre del linaje y del difunto. En Barcino hay evidencias arqueológicas de necrópolis en torno a las vías que llegaban a la ciudad, como los descubrimientos a raíz de las obras de reforma de los Astilleros de Barcelona en la década del 2010, restos que se han datado entre los siglos I y IV dC. También se han descubierto restos de una necrópolis romana en la plaza de la Villa de Madrid, hoy en día restaurada al aire libre, que conserva 85 elementos funerarios -cupae, aras, estelas, cubiertas de tegulae o de ánfora...-, sobre todo de los siglos II y III dC. 

El mosaico romano de les Tres Gracias (s.III)

El mosaico de las Tres Gracias, procedente del antiguo convento de la Enseñanza, está datado entre los siglos III-IV dC. Las tres figuras aparecen desnudas sobre un fondo azul y un suelo de color siena. La figura central está de espaldas y con los brazos cubre los pechos de sus compañeras al dejarlos descansar sobre sus hombros. Las figuras laterales llevan en sus manos dos rosas con hojas y tallo. En la mitología clásica, las Tres Gracias o Cáritas (Eufròsine, Talia y Aglaia) representaban la alegría y la belleza, y formaban parte de los séquitos de Apolo o Venus. Aparecían con una rosa, una rama de mirto o una manzana en las manos, como símbolos inspiradores de las artes.  


Entradas que pueden interesarte