

Reloj de la Real Acadèmia de Ciencias y Artes de Barcelona
La ciudad está llena de relojes públicos de todo tipo. Desde
campanarios hasta relojes de sol o suelo. El uso del reloj público se remonta
al siglo XIV y tenía un propósito de organización de la vida social. Mercados,
entradas y salidas de la ciudad, horas de cierre de puertas, etc. Barcelona
tiene hora pública desde el año 1410, gracias al reloj del campanario de la
catedral de Barcelona, situado en la plaza Nova que, a pesar de estar en la
basílica, era municipal. Sin embargo, la hora oficial de la ciudad se establece
en 1891, con un convenio firmado entre la Real Academia de Ciencias y Artes de
Barcelona y el Ayuntamiento. El reloj está situado en la fachada principal del
edificio de la Real Academia, en el número 115 de la Rambla. Tal era la
precisión de su maquinaria que no había barcelonés que paseara por esa zona que
no pusiera en hora el reloj. Pero no es éste el único elemento emblemático del
edificio: en su interior encontramos una colección de relojes de los siglos XIX
y XX de alto interés.
“ Los relojes son los testimonios más silenciosos de la historia;
ellos nunca hablan, pero en su tic-tac se explica la vida
— André Breton

La Torre del reloj de Gràcia
No podemos hablar de los relojes más emblemáticos de
Barcelona sin referirnos a la torre del reloj de cuatro esferas del puerto de
la Barceloneta y el del campanario de Gràcia que, además de dar la hora desde
1864, respondía a la necesidad de disponer de un toque de campanas, ya que las
iglesias de gracia no tenian torres para hacerlo. De las torres pasamos a los
relojes de sol, donde sólo en Barcelona hay catalogados más de 140, y en Gràcia
más de una veintena, como el de Lluïsos, en la plaza del Norte, el de la
escuela Artur Martorell, en la plaza Can Baró o el de Can Trias, en el Parc
Güell.
Mención especial merece el reloj analemático de la plaza
Reina Maria Cristina, es decir, un reloj de sol construido en el suelo, que,
para saber la hora, sólo debemos situarnos sobre la marca del mes en curso y
ver hacia dónde se dirige nuestra sombra. Este reloj, construido en 1997, fue
un encargo del Instituto del Paisaje Urbano al ingeniero Eduard Farré y el
diseñador Quim Déu, en el contexto de la campaña Barcelona Ponte Guapa. Está
hecho de hormigón, aluminio, bronce y asfalto de colores y tiene un diámetro
de 11 metros..

Sin movernos de tierra, dos de los relojes más singulares de
la ciudad son los relojes luminosos del número 2 de la calle Rocafort,
construido en 1929, con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona, y
su hermano pequeño, inaugurado en diciembre de 1935 frente al número 69 de Via
Laietana. Del parque de relojes públicos de la ciudad, éste es probablemente
uno de los más bellos. De dos metros de diámetro, esta figura es de hormigón,
cuarzo y carborundo y recuerda el estilo de arte decó. Los números están
pintados de color dorado sobre un fondo gris, marcando las horas y minutos con
luces. En medio está el escudo de Barcelona y la silueta de una cabeza con un
casco alado, símbolo del dios Hermes (Mercurio). Se terminó de construir en
1935 por el relojero Juan Cabrerizo, que lo hizo por encargo de la Banca Rosés.
Hay que recordar que en aquellos años no todo el mundo tenía reloj, y los que
estaban en la calle eran muy observados y se consideraban un buen reclamo
publicitario..

El relloj sifón, en la avenida de Roma, 105, lo construyó en
1960 el dueño de la fábrica de sifones A. Puértolas como reclamo, para
distinguirse de la competencia. El reloj está instalado en la fachada del
edificio y representa a un sifón como los que antes eran populares en
Barcelona. El sifón, pintado de color azul y marrón, está muy bien conservado y
se puede apreciar la marca de la empresa en la parte superior de la botella.
Puértolas se fundó en 1894 y ocupó los bajos del edificio para fabricar y
almacenar los envases de esta bebida carbónica, considerada digestiva y muy
popular sobre todo en la primera mitad del siglo XX. Era la competencia directa
de la gaseosa, pero mientras que ésta sigue consumiéndose, el sifón
prácticamente ha desaparecido. En 1948 existían en Barcelona sesenta y ocho
fábricas de sifones que fueron desapareciendo a partir de la década de los años
cincuenta. Ahora, la planta baja de este edificio está ocupada por un taller de
coches.

En el edificio del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria de la
Plaza de Catalunya se instaló un reloj, en abril de 1971, con el fin de
conmemorar los cincuenta años de la entidad en la ciudad de Barcelona. El reloj
tiene un peso que alcanza casi las dos toneladas, mide 4,7 metros de diámetro y
casi un metro de ancho. Por eso su instalación no fue fácil. Es giratorio y en
una de las caras señala las horas con números romanos, y en el otro está el
logotipo de la entidad bancaria, que por la noche se ilumina. Las agujas que
marcan las horas miden dos metros, y las de los minutos, dos metros sesenta
centímetros. Desde su inauguración, la renovación del reloj ha sido constante y
en seis ocasiones se ha sustituido a la maquinaria y se han introducido nuevos
elementos tecnológicos. Para las fiestas de la Mercè de 1983 se le incorporó un
carillón, y desde 1985 recibe las señales horarias vía satélite.


Relo del BBVA | Carlos Poveda